Los 28 habitates de Leria venden su pueblo:
se llaman: Florentino Merino (62 años), su mujer, Petra Valle (54), Y sus hijos, Luisa (15) y María Ester (12); Indalecio Martínez (66) y su mujer, María Martinez (65); Gerardo Lafuente (60), su mujer, Raimunda Merino (60) y sus hijos, Félix (11), Alejandor (7) y Ana María (14 meses); Hipolito Merino (64), su mujer, Brígida Laya (60), y sus hijos, Aurora (14), Maria Luisa (12), María del Pilar (9) y José Luis (18 meses); Pablo Lafuente (49) y su hermano Doroteo (44); y Juan Calleja (34). Son de un rincón de la sierra de Soria. Hombres y mujeres forman allí una gran familia subdividida en pequeñas familias. La alegría de unos la comparten los demás. La tristeza de alguien se la dividen entre todos. Y todos trabajan para sí y para los demás. Repartidos entre todos, no importa saber qué cantidad pertenece a cada cual, los bienes de que disfruta el pueblo son 12 mulas, 80 gallinas, 200 cabras y ovejas, 20 cerdos, 30 colmenas, 4 máquinas aventadoras, 13 perros y 9 gatos. Como todos los hombres son pastores – allí es necesario serlo todo- cada día sale uno a pastorear el ganado de todos. Todos, en diciembre o enero, hacen su matanza. Todos, a lo largo del año, vienen a comer lo mismo: patatas, legumbres, leche, queso.... Los días de fiesta, carne. Los días de gala, jamón y embutidos.
¿Por qué quieren irse? ¿A dónde? ¿Con quién? Sus respuestas: “Porque aspiramos a vivir un poco más cerca del mundo. Queremos ir a cualquier sitio en que se pueda trabajar y vivir un poco mejor. Si pudiéramos seguir todos juntos, sería ideal”. ¿Por qué abandonarían el pueblo? Su respuesta: “Nosotros queremos vender todo lo que tenemos aquí –todo, es el pueblo- para poder ir a otro lugar. Pero nos conformaríamos con que nos dieran un piso y trabajo en cualquier parte”.Lería esta situada a 990 metros de altitud. Es un pintoresco conglomerado de sencillas edificaciones que, en número de 45, están divididas en dos grupos opuestos: ocho, dedicadas a viviendas; el resto excepto las ruinosas, se usan para otros menesteres: guardar ganado, recoger los cereales, apiñar leña, etc,. Las casas son de piedra y adobes, y las calles, estrechas callejuelas todas empinadas, todas pavimentadas con gruesos morrillos, están materialmente cubiertas por los excrementos del ganado cabrío. En la parte superior del pueblo, pero fuera de él, existen unos terrenos, pequeños y de pésimas condiciones, en los que se realizan las faenas del campo. Porque Lería vive un poco de la siembra de algunos cereales, otro poco de la tala de algunos chopos y pinos, otro poco del pastoreo, y un mucho de la buena voluntad de sus vecinos, de una resignación a prueba de bombas y de un sentido de la hermandad que asombra al que lo ve por vez primera, y ennoblece a quienes practican tales virtudes desde siempre. El pueblo se cubre de nieve en noviembre y permanece blanqueado hasta marzo. El frío más intenso llega en diciembre. El calor más cruel, en agosto. “Llueve cuando menos lo necesitamos”, dicen ellos. Hace cinco años llegó la luz eléctrica. Fue necesario subir el transformador a hombros de los vecinos. La operación total del tendido eléctrico le supuso al vecindario el desembolso de 42.000 pesetas que, naturalmente, no tenían. Las primeras 20.000 pesetas las obtuvieron de la venta de madera que les proporcionó una pequeña chopera perteneciente al patrimonio del pueblo. El resto, de la madera de unas encinas
Desde que llegó la luz, la vida en Lería es un poco más alegre en invierno. Pero no ha cambiado en absoluto. En verano se levantan todos a las cinco de la madrugada para ir al campo; regresan al ponerse el sol y se acuestan hacia la una. En invierno se acuestan también hacia la una, pero se levantan a las siete. Sólo hay tres aparatos de radio y no los ponen para oír música, ni para escuchar seriales. A ellos sólo les importa los programas que hablan de cómo va el mercado de Soria. “A veces, sobre todo en invierno, los aficionados solemos escuchar algún partido de fútbol”. Desconocen la televisión, apenas ha visto un cine, jamás les llega un periódico, no saben lo que es una novela En Lería aparte de las casas hogareñas, solo hay una iglesia, un cementerio, una escuela, un horno y una fuente´Lo cuento en mi Blogger, como cosa curiosa, pues parece increíble que a estas alturas haya gente viviendo sin poder tener ni una bicicleta por que no puede llegar al Pueblo por lo escabroso del terreno. Calles sin transeúntes, cocinas sin olores, escuela sin niños, iglesia sin cura, aldea sin aldeanos, triste es la imagen que nos evoca, pero más triste es la dureza de estas tierras.
¿Por qué quieren irse? ¿A dónde? ¿Con quién? Sus respuestas: “Porque aspiramos a vivir un poco más cerca del mundo. Queremos ir a cualquier sitio en que se pueda trabajar y vivir un poco mejor. Si pudiéramos seguir todos juntos, sería ideal”. ¿Por qué abandonarían el pueblo? Su respuesta: “Nosotros queremos vender todo lo que tenemos aquí –todo, es el pueblo- para poder ir a otro lugar. Pero nos conformaríamos con que nos dieran un piso y trabajo en cualquier parte”.Lería esta situada a 990 metros de altitud. Es un pintoresco conglomerado de sencillas edificaciones que, en número de 45, están divididas en dos grupos opuestos: ocho, dedicadas a viviendas; el resto excepto las ruinosas, se usan para otros menesteres: guardar ganado, recoger los cereales, apiñar leña, etc,. Las casas son de piedra y adobes, y las calles, estrechas callejuelas todas empinadas, todas pavimentadas con gruesos morrillos, están materialmente cubiertas por los excrementos del ganado cabrío. En la parte superior del pueblo, pero fuera de él, existen unos terrenos, pequeños y de pésimas condiciones, en los que se realizan las faenas del campo. Porque Lería vive un poco de la siembra de algunos cereales, otro poco de la tala de algunos chopos y pinos, otro poco del pastoreo, y un mucho de la buena voluntad de sus vecinos, de una resignación a prueba de bombas y de un sentido de la hermandad que asombra al que lo ve por vez primera, y ennoblece a quienes practican tales virtudes desde siempre. El pueblo se cubre de nieve en noviembre y permanece blanqueado hasta marzo. El frío más intenso llega en diciembre. El calor más cruel, en agosto. “Llueve cuando menos lo necesitamos”, dicen ellos. Hace cinco años llegó la luz eléctrica. Fue necesario subir el transformador a hombros de los vecinos. La operación total del tendido eléctrico le supuso al vecindario el desembolso de 42.000 pesetas que, naturalmente, no tenían. Las primeras 20.000 pesetas las obtuvieron de la venta de madera que les proporcionó una pequeña chopera perteneciente al patrimonio del pueblo. El resto, de la madera de unas encinas
Desde que llegó la luz, la vida en Lería es un poco más alegre en invierno. Pero no ha cambiado en absoluto. En verano se levantan todos a las cinco de la madrugada para ir al campo; regresan al ponerse el sol y se acuestan hacia la una. En invierno se acuestan también hacia la una, pero se levantan a las siete. Sólo hay tres aparatos de radio y no los ponen para oír música, ni para escuchar seriales. A ellos sólo les importa los programas que hablan de cómo va el mercado de Soria. “A veces, sobre todo en invierno, los aficionados solemos escuchar algún partido de fútbol”. Desconocen la televisión, apenas ha visto un cine, jamás les llega un periódico, no saben lo que es una novela En Lería aparte de las casas hogareñas, solo hay una iglesia, un cementerio, una escuela, un horno y una fuente´Lo cuento en mi Blogger, como cosa curiosa, pues parece increíble que a estas alturas haya gente viviendo sin poder tener ni una bicicleta por que no puede llegar al Pueblo por lo escabroso del terreno. Calles sin transeúntes, cocinas sin olores, escuela sin niños, iglesia sin cura, aldea sin aldeanos, triste es la imagen que nos evoca, pero más triste es la dureza de estas tierras.
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