31 de diciembre de 2008



Un viejo español y su hijo llevaban un asno al mercado para venderlo. Iban padre e hijo a pie, para que el animal llegara menos fatigado a la feria.
Al poco rato encontraron unas mujeres, y una de ellas dijo:
–¡Miren qué hombres más tontos! Andan a pie, teniendo tan hermoso burro.
El viejo oyó estas palabras, y mandó al hijo que montara en el asno.
Después de haber andado algún tiempo, pasaron cerca de un grupo de ancianos que se mofaron de la acción del mozo que iba montado mientras que su padre iba a pie.
El viejo entonces hizo que se desmontara el hijo, y subió él sobre el asno.
Más adelante hallaron un grupo de mujeres y de muchachos, que al verlos pasar dijeron:
–¡Qué vergüenza de viejo! Muy cómodo en su pollino, mientras que el muchacho va a pie, jadeante y cansado.
El padre, al oír esto, hizo que el muchacho montase al anca, y así montados los dos siguieron su camino.
Al buen viejo le parecía que había encontrado la manera de ir a gusto de todo el mundo, cuando un hombre que pasaba gritó, dirigiéndose al grupo:
–¿Cuál de los tres es el asno?
Sintióse el viejo muy mortificado con esta pregunta burlona, y el otro la explicó diciendo que era una barbaridad cargar de aquella manera a un animal tan pequeño y débil, y les hizo ver al padre y al hijo lo cansado que el asno estaba.
–Mejor sería que le llevaseis cargado hasta el pueblo próximo, para evitar que se muera en el camino.
El viejo creyó razonable esta observación, y entre él y su hijo buscaron un fuerte palo, ataron el asno a él, y tomando en hombros una extremidad el padre, y otra el hijo, fueron trabajosamente cargados con la bestia con dirección al pueblo.
Pero entonces se fué reuniendo alrededor de ellos como una procesión de gentes que se burlaban de las personas llevando a cuestas un burro.
–¡El mundo al revés!–gritaban en tono de mofa.
Por fin, al pasar por un puente, hizo un esfuerzo el burro para recobrar su libertad, asustado por tanto alboroto, y cayó al agua y se ahogó.
Por querer complacer a todo el mundo, perdió el pobre viejo su asno. Es bueno ser complaciente, pero sin renunciar al sentido común.


EscucheEl viejo

22 de diciembre de 2008

Las niñas en la Escuela hace 70 años


Muñeca de trapo antigua Haciamos muñecas de trapo que era la ilusión, pues entonces no había como ahora.Yo Felicidad Martinez: aún recuerdo aquellos trapos de costura, que eran una tira estrecha y larga, de tela blanca en la cual, la maestra nos enseñaba a coser con hilo de color hacíamos bastilla , pespunte, cadeneta, punto de escapulario, pasar hilos con hilos de colores, punto de cruz. Ya un poquito mas mayores, echábamos piezas con formas geométricas, el triángulo, el cuadrado, el pentágono, el exágono, todo muy bien sacados los rincones, y muy bien ehadas. Bordábamos pañuelos con las iniciales, ya mas mayorcitas se bordaban toallas, servilletas, un tu y yo, y así poco a poco alguna mantelería a punto de pasada, o incluso alguna colcha bordada. Todo no se hacia bien siempre, pues ha veces a puro de hacer y desacer al final se hacia un agujero y allí verías a la maestra y el disgusto de la niña y luego el de la madre. Así hasta los 14 años que era la edad de salir de la escuela, sabiendo un poco de todo. Ya en casa además de enseñarnos a trabajar en la casa y en el campo, ya con 16 años íbamos al corte tres meses en primavera por las tardes, con una señora Ines que nos enseñaba corte y confecion y hacíamos vestidos, camisas, pantalones, primero cosíamos en papel y seguidamente en tela, y nos hacíamos toda la ropa para la casa el ajuar de casadas toda la ropa interior a punto de incustracion y los juegos de cama bordados, después para los hijos y no teníamos que depender de nadie. También hacíamos labores de Aguja Expires, alfombras, cojines, sabíamos hilar coser y bordar, en aquellos tiempos era muy importante para ser mujeres También se tejían los jerseis a mano las toquillas los calcetines, ir al campo a recoger la cosecha, en el regadío a la remolacha, cabar, regar, entresacar, etc.

21 de diciembre de 2008

Recetas de cocina muy sencillas



Recetas de cocina Muy sencillas y economicas

Lomos de cerdo a la piña,

Ingredientes: seis filetes de lomo adobado o fresco,
Una cebolla
Un bote de piña
Modo de hacerlo: Poner en la sartén el aceite a calentar. Pochar la cebolla en tiras, retirarla a un plato y en el mismo aceite freír el lomo. Retirarlo y en el mismo aceite
Freír la piña: hasta que adquiera un tono dorado y retirarla.
En el mismo aceite colocar primero la cebolla encima los lomos, y encima la piña, añadir el jugo de la piña y dejar cocer hasta que reduzca.

Pimientos del piquillo

Una bandeja de horno cubierta con los pimientos
Luego filetes de lenguado, y cubrirlos de mayonesa, y al horno. Y ya están.

Costillas adobadas

Una bandeja de horno: ponerle las costillas adobadas, llenarlas de quechu y orégano.
Después una coca cola y al horno.

Espárragos gratinados

Se les arrodea jamón de yor rebozarlos y freírlos, luego echarles besamel y queso de gratinar y al horno.

19 de diciembre de 2008



Abeto
Es el tradicional Árbol de Navidad, que se coloca para celebrar el solsticio de invierno. En los países nórdicos se lo decora para simbolizar la fuerza vital que permanece incluso durante los largos meses de frío y penumbras.
En Monteagudo la constumbre mas arraigada es la del Velen o Nacimiento pues en la mayoría de las casas en la Iglesia en el Ayuntamiento se montan unos Velenes preciosos, con su musgo natural sin que falte la fuente el rió y todos los personajes correspondientes
Para mi que soy mayor me parecen unas fiestas muy entrañables, por que nos juntamos las familias y eso es lo mas grande que hay ver a tus hijos y nietos todos juntos. También se ponen abetos, y el papa noel según los gustos de cada persona. También escenificamos una cabalgata hace 40 años para el día 5 de enero y se reparten los juguetes en el local del ayuntamiento, es muy emotivo sobre todo para los niños.........y para todos en general.... Otro dia hbare de la cabalgata.

Propiedades de la planta del romero


Propiedades de la planta del Romero:En Monteagudo de las Vicarias hay un camino Vecinal llamado el camino del Romeral debido a que en ese paraje hay mucho romero, aunque con los arroturos y la parcelaria han desaparecido muchísimos.
Esta planta tiene propiedades en perfumería y para los asados en las carnes como condimento oloroso y además de que nunca pierde su verdor es como símbolo de descanso y bienaventuranza. Es planta rodeada de leyendas, algunos estudiantes potenciaban la memoria en días de exámenes. Por ejemplo para los que tienen desmayos o mal del corazón, tomando por la mañana una tacita de infusión con azúcar y un trago de vino blanco es muy singular, para el dolor de estomago conforta la digestión y quita la ventosidad. El aceite de romero es muy bueno untarlo en las manos a quien le tiemblan, tira las manchas de la cara. Comida la flor del romero en ayunas sana las enfermedades del pecho y alegra el corazón. Cuando trasiegan el vino echan una buena cantidad de flor de romero y el vino se conserva más tiempo y tiene buen olor. También puesta en los armarios no dañara la ropa la polilla. Son tantas las virtudes y excelencias de esta planta que se llenaría un libro, y aun trayendo consigo la flor andará alegre, es cosa común decir que de ella huyen los enemigos.
Quien regala un ramo de flores a una persona que quiere una remita de romero nunca será olvidado, Llevar encima una ramita o una brizna de romero se tiene suerte, y el que junto a su casa tiene una planta de romero los que la habitan serán afortunados.
Se decía esta coplilla ¿Que tienes en el pecho que también huele? ¡Azahar de la India querido, y romero verde!.
Hay una leyenda: Cuenta que la Virgen María iba un día caminando y dejo caer su manto a la vera del camino sobre unas hierbas, que crecían de esas que se usaban como condimento.
Al levantarlo esta humilde planta verde había florecido, y sus flores heran exactamente del color de su manto.

11 de diciembre de 2008

El Hombre Soriano y porsupuesto el de Monteagudo

El Hombre Soriano y por supuesto el de Monteagudo de las Vicarias: es duro y tenaz capaz de resistir fríos glaciales y tórridas temperaturas, el largo invierno que tenemos nueve meses de invierno y tres de infierno, aquí en Monteagudo los hombres llevaban fama de jaques por que salían al campo siempre en mangas de camisa. El Soriano tiene una despierta inteligencia pues es muy avispado y en su emigración a triunfado en su propio país y en América, pues tiene su orgullo su dignidad y su sentido critico dan una idea de su carácter, además su buen hablar con su buena corrección de su lengua de su vieja Castilla, pues siempre se ha dicho que es donde menos analfabetos hay, también destaca su honradez en los pagos y su afición al ahorro pues el Soriano es trabajador ahorrador y honrado.
Aficiones: En los bailes el canto más generalizado ha sido la jota, pero también se baila la rueda, las danzas y los danzantes y el zarron, y otros cantos populares de romerías, rogativas, romances, cantos de Navidad de Pascua de pasión de segadores de esquiladores, de bodas, de escarnio, entre mozos y casados de sabor Medieval y Juglaresco.
insolentes agravios que recibió del poderosísimo conde Lozano.
El romance primero
dice cómo el Cid vengó a su padre
Pensativo estaba el Cid viéndose de pocos años para vengar a su padre matando al conde Lozano; miraba el bando temido del poderoso contrario, que tenía en las montañas mil amigos asturianos; miraba cómo en la corte de ese buen rey don Fernando era su voto el primero y en guerra el mejor su brazo; todo le parece poco para vengar este agravio, el primero que se ha hecho a la sangre de Laín Calvo; no cura de su niñez, que en el alma del hidalgo el valor para crecer no tiene cuenta a los años. Descolgó una espada vieja de Mudarra el castellano, que estaba toda mohosa, por la muerte de su amo. "Haz cuenta, valiente espada, que es de Mudarra mi brazo y que con su brazo riñes porque suyo es el agravio. Bien puede ser que te corras de verte así en la mi mano, mas no te podrás correr de volver atrás un paso. Tan fuerte como tu acero me verás en campo armado; tan bueno como el primero, segundo dueño has cobrado; y cuando alguno te venza, del torpe hecho enojado, hasta la cruz en mi pecho te esconderé muy airado. Vamos al campo, que es hora de dar al conde Lozano el castigo que merece tan infame lengua y mano." Determinado va el Cid, y va tan determinado, que en espacio de una hora mató al conde y fue vengado.

3 de diciembre de 2008

El hombre Soriano Y la posguerra

Yo Felicidad Martinez: no puedo por menos que meter en mi blog este escrito de lo que yo viví en los tiempos de la guerra y la posguerra y el estraperlo.
No había nada escrito sobre la Fiscalía de Tasas –nos referimos al lado más humano del tema- y ha sido un veterano de las letras y de la vida quien ha venido a suplir esa carencia con el libro que comentamos.
Cuando decimos que vivimos unos años delirantes, una época extraña, dura para muchos, y absurda para la mayoría, llevamos razón, así es en efecto. Pero si queremos alucinar, como diría un joven, nada mejor que asomarnos a las páginas que ha escrito Gumersindo García Berlanga para comprobar que aquello que sucedía hace apenas cuarenta años, en nuestra tierra, no desmerece en absoluto con lo que vino después ni con lo que se vive ahora. Con el agravante de que aquella era una época triste, sin libertades, sin dinero ni para cubrir las necesidades más elementales y con la presión fiscal, policial y alguna más, siempre sobre las pobres cabezas de los habitantes de la Castilla rural.
La habilidad del autor, su sagacidad, su sentido del humor y la vida, han conseguido que, al leer “La Fiscalía de Tasas”, por raro que suene, en lugar de salir una lágrima aparezca una sonrisa, algo triste, desde luego, pero sonrisa, aunque la amargura y la impotencia dejen el inevitable poso. Porque ha sabido captar la esencia de aquel dicho antiguo y sabio que advierte del ingenio despertado por la necesidad.
Esa fiscalización era (según explica José L. Barca Sebastián, prologuista) “…la persecución –verdadera cacería- que la Administración del Estado nuevo desplegó a través de la infausta Fiscalía de Tasas en materia de alimentos y, en general, de subsistencia”. O sea, impuestos, racionamientos, cartillas y cupones, que caían sobre las espaldas ya encorvadas de los más necesitados, y que Gumersindo explica muy bien en los primeros capítulos, antes de pasar al de los casos concretos y sustanciosos.
El capítulo dedicado a las multas impuestas puede provocar sorpresas al lector, pues en unos años donde pocas cosas alcanzaban el precio de las mil pesetas, se imponen unas sanciones que no bajan de ellas llegando a alcanzar hasta casi las ocho mil.
Se condenaba por casi todo y resulta fácil de entender si se sabe que los delatores recibían un importante bocado de la multa. Con ello la autoridad tenía asegurado el delito a la vez que se creaba una red de chivatos en una España recién salida de la contienda civil, donde la delación estuvo a la orden del día provocando condenas y fusilamientos. Donde más se cebaban los fiscalizadores era en la compraventa, circulación y molturación clandestina de cereales, a cuyos infractores no sólo se les imponían elevadas multas, si no también cierre de los molinos o, en algunos casos en que la sanción no se podía hacer efectiva, propuesta para ingresar en el Batallón de Trabajadores.
Las anécdotas o “hechos chocantes”, como las denomina Gumersindo García Berlanga, abundaron, y él las recoge haciéndonos, como decía más arriba, sonreír ante unas situaciones amargas. Tal debía ser el nerviosismo de los propietarios de tiendas o almacenes cuando avistaban a la Guardia Civil –responsable de la guarda del orden establecido- o a los inspectores especializados en el tema, que podía suceder que se dejaran abierto el grifo de la tina del vino y éste apareciera en forma de arroyo cuando el tendero juraba y perjuraba ante la autoridad su inocencia. O que el gato, ajeno a los tejemanejes de los humanos, hiciera su salida triunfal por la gatera con una asadurilla del cabrito recién matado en la boca, ante la mirada de los inspectores quienes, a buen seguro, no habrían creído los juramentos del buen hombre sobre su seriedad ante el cumplimiento de las leyes.
Y qué decir del pánico de los viajeros en unos trenes renqueantes, de asientos de madera, con el producto del estraperlo a buen recaudo, al ver aparecer a “los señores de la gabardina”, tirándose del tren en marcha para no perder la mercancía, o arrojando el producto. Uno de ellos se fijó bien en el sitio donde había caído su lata de cinco litros de aceite –un lecho de lodo- y fue a buscarlo al día siguiente ante la necesidad imperativa de “echar en adobo” la matanza imprescindible para el sustento familiar, con tan mala suerte, que allí estaba la autoridad para requisarlo y, de paso, imponerle una sanción. O la muchacha que tuvo que ver su honor mancillado -¡en aquellos años!- haciendo pasar por embarazo lo que era un saco de harina.
En fin, hay más anécdotas, contadas con el fino humor del autor, que las ha vivido, las ha presenciado y se las han contado, incluso, por su trabajo al frente de la administración local, han pasado por sus manos al estar depositadas –algunas- en los archivos. Son historias duras y grises, de posguerra, de traiciones, pero contadas con gran respeto incluso para quienes no lo merecen, porque todos sabemos, incluso con nombres, cuántos desaprensivos se hicieron ricos a costa de la miseria y la desgracia de los demás. Pero se ve claramente que Gumersindo no tiene la intención de desenterrar el hacha de guerra. Su vida transcurre entre su huerto a la cabecera del río Henares, las tertulias con los amigos, y las visitas a los archivos para ver qué de humano puede transmitir sin incordiar. La mano izquierda del amigo Gumer no sabe nunca lo que hace la derecha.