4 de agosto de 2016

MONTEAGUDO, LÓRIGA, RAMBLA

Esta mañana he salido a correr por una ruta que es de las que más me gusta hacer en Monteagudo. Comienzas subiendo hasta el Alto del Francés en lo alto de la Lóriga, monte de encina típicamente mediterráneo , que ha proporcionado leña a la localidad durante siglos. Este monte está dividido en partes que pertenecen a diferentes personas de la localidad.
Como decía ayer mientras corres,sudas, resoplas, pero también te vienen a la mente recuerdos, imágenes, pensamientos... Hoy me ha salido una bandada de perdices cerca de una balsa que hay al lado del camino. Al ver la balsa he recordado que en estas balsas centenarias calmaban su sed, igual que en las praderas africanas, las ovejas, las caballerías y algunas veces las personas. Siendo niño mi padre me mandó a por agua a la balsa del Hondo pues se había roto el cántaro y llené el botijo allí poniendo un pañuelo en la boca para que sirviese de filtro. Todavía recuerdo el sabor a mugre de ese agua.
Al llegar al alto, las vistas son magníficas y el aire puro. Disfrutamos del frescor de la mañana y comenzamos a bajar por ese proyecto de carretera que uniría Pozuel y Bordalba y que se quedo sin terminar en tiempos de la república. Al comenzar a pisar esos cantos de la antigua carretera otra vez recuerdos infantiles. Mi abuelo era de Cihuela y teníamos parientes en Bordalba por lo que mi padre


nos montó en el remolque y por aquella carretera fuimos ascendiendo mientras intentaba coger bellotas de las ramas de las encinas que te daban en la cara si te descuidabas. Esa carretera no se llegó a terminar y curiosamente cual calzada romana el transito de tractores, maquinaria... se dirigió por un camino paralelo que botaba mucho menos que por las piedras sueltas de la carretera.
Al final he puesto la ruta. Si la intentas hacer debes seguir el limite de las tablillas. Hay un trozo que es una finca y no tiene camino. Si lo prefieres siguiendo el camino más marcado llegas a Pozuel.
Cuando llegaba a la Rambla mi mente se ha ido a cuando entre Domingo y yo, queriendo ayudar a mi padre que estaba labrando en otra finca y que ya terminaba, prendimos fuego a un rastrojo y casi provocamos un incendio. Desde entonces le he tenido mucho miedo al fuego.
Según estaba recordando estas escenas en la que los empleados de RENFE no nos ayudaron a controlarlo, únicamente nos prestaron una pala, he visto una treintena de águilas que revoloteaban encima de mi cabeza y como otras veces deben ser migratorias que han parado a descansar.
Llegar al pueblo hacer los ejercicios de estiramiento, ducharte y proporcionarte un buen almuerzo es algo que como se dice no tiene precio. ¿FELICES VACACIONES!

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