Ha llegado el otoño astronómico, aunque este año las temperaturas siguen siendo veraniegas. Por la mañana me he calzado las deportivas de correr por la montaña y me he ido al Picazo a corretear evitando caminos. Al principio veo como los girasoles han cambiado de color y ya están esperando a la cosechadora que los recolecte antes de las lluvias. Por cierto el otro día estaban las perdices subidas a las tortas de estos girasoles comiendo pipas. Nunca las había visto.
Continúe corriendo por el alto del Picazo, de pronto dos corzos saltaron de lo alto, estaban resguardados debajo de unas encinas. Era un espectáculo verlos correr por los rastrojos asustados al verme y pensando que seguramente era un cazador.
Siguiendo dando la vuelta al Llano y antes de llegar a los corrales, veo unas perdices que salen cerca de una yesera que hay en la Roza, continúo correteando, paso al lado de los corrales donde hay los restos de una oveja que seguramente se quedo muerta y de la que habían dado buena cuenta los buitres. Todos los días aparecen por los cielos para ver si hay alguna baja en los ganados de la localidad y muchas mañanas se les ve como esperan al amanecer a que comience a calentar el sol y comiencen las primeras térmicas que aprovechan para coger altura e inspeccionar los campos en busca de alimento.
Cruzo el camino y me dirijo hacia el barranco Meazorras, a mi izquierda quedan las encinas y un viejo colmenar abandonado, a mi derecha una balsa en medio de dos parcelas y me dirijo hacia el pueblo corriendo por el lado del barranco, observo las bellotas de las encinas, dos águilas de tamaño grande que desgraciadamente no se de que tipo eran, pero su silueta me cautivó. Continúo bajando hacia el pueblo y decido correr por el lecho ahora sin agua, pero que está muy erosionado en su fondo calizo.
Sigo hacia el pueblo y me encuentro con otra yesera, en ella se calentaba la caliza tan frecuente en la zona para deshidratarla y hacer cal viva o yeso. Como la arcilla se ha cocido con el horno, se ha quedado endurecida y como testigo de una actividad que ha desaparecido de los pueblos y de la que ya no queda casi memoria.
Otro testigo de la actividad de mis abuelos es esta higuera que se encuentra en una de las paredes del barranco y que trepaba por la ladera. Hace muchos años toda esta zona estaba plantada de vides y en las laderas quedan chozas que utilizaban para resguardarse. Por cierto en esta higuera quedaban unos higos pequeñitos, blancos y muy dulces. Deliciosos.
Aunque he perdido mucho tiempo haciendo fotos y observando todos estos restos he disfrutado de este trote matinal. Os lo recomiendo.
Si deseáis ver la ruta la podéis encontrar en el siguiente enlace:
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