Hace casi dieciocho años Andrés , un vecino y amigo, apareció con él, era el más pequeño de la camada y posiblemente lo iban a sacrificar. No caminaba y había que darle el biberón.
En estos momentos me viene a la cabeza los correteos por la Cantueña cuando tenía tres o cuatro meses y cuando se cansaba lo tenía que coger en brazos. Poco después corría por todos lados y gracias a él me aficioné a correr. Empecé poco a poco para cansarlo y ya sabéis mi afición al running.
Era un perro incansable. Cuantas veces cuando volvíamos a casa después de estar más de una hora corriendo por el campo seguía en el salón sin parar.
Como no recordar que no era muy comilón siempre tenía pienso en su comedero, pero pedir... solamente hay que ver la fotografía que tiene con Marta y como pide sin decir palabra.
Era un perro incansable. Cuantas veces cuando volvíamos a casa después de estar más de una hora corriendo por el campo seguía en el salón sin parar.
Como no recordar que no era muy comilón siempre tenía pienso en su comedero, pero pedir... solamente hay que ver la fotografía que tiene con Marta y como pide sin decir palabra.
Los perros que conviven en casa, conocen nuestro lenguaje, no sólo el corporal ,también mucho de lo que hablamos, la palabra vamos era tabú, decirla y levantarse era todo. No le gustaba ducharse y comentar la necesidad de llevarlo al baño y desaparecer y esconderse era matemático.
Ha sido mi compañero de caza durante estos últimos años. Yo soy un cazador de perro y escopeta que como Miguel Delibes disfruto de estar en la naturaleza de seguir a las perdices hasta lograr derribar alguna y que cuanto más bravía y más salvaje, más disfruto. Hemos seguido a las perdices por Monteagudo y aunque no he sido muy bueno tirando, ahora ya se me quedan casi todos los tiros bajos, hemos disfrutado de estas perdices que afortunadamente tenemos en el pueblo. En la foto anterior ya era muy mayor, igual que en la foto siguiente en la que con quince años abatimos dos perdices y un conejo y parece cuidarlos entre sus patas.
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Son muchos los recuerdos. Hoy se me agolpan todos. Ultimamente le costaba ponerse en pie sobre todo en la tarima. No tenía fuerza en las patas traseras y como casi no veía, le daba miedo bajar las escaleras y se quedaba atascado en cualquier objeto o esquina.
Hoy lo he llevado a esos lugares donde él tanto ha disfrutado. En el pantano se ha acercado al agua a beber y agotado se ha quedado tumbado a mis pies. Ha sido su despedida y su forma de expresar el cariño que él nos tenía.
Hasta siempre.
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