Poesias

Soy Felicidad Martinez de Monteagudo de las Vicarias, agricultora toda mi vida y se mucho de como era en aquellos tiempos el trabajo del campo con mulas y algunas yuntas de bueyes. es un resumen de como se vivía en aquellos tiempos, tras el arado surco por surco con las manos encallecidas, y los pies con grietas de 1 centímetro de ondas, que se abrían y se las curaban con tétano del huesos del jamón o de vaca. Antes de salir a labrar tenían que ir al pajar a por un saco grandisimo de paja lo pretaban con las manos y se lo cargaban al hombro, bien derecho hacia arriba, para que no se doblara y así tenían paja en la pajera para hecharles a los animales. que tenían mas conocimiento a veces que las personas. las mulas con que mimo se trataban y como los animales lo agradecían. era asombroso como obedecían al guesquey a la izquierda y y al pasoalla a la derecha. cuando íbamos a acarrear con el carro o la galera. que películas tan bonitas si se pudieran grabar hoy en día todas estas cosas.

Gratas reminiscencias de aquellas labores campesinas ya casi olvidadas.

Poesía:

Entre sus áridas manos curtidas por el sol,

firme el arado, surcando la tierra,

sembrando el grano.

Mansos bueyes de lánguida mirada,

llevan al compás sus cortos pasos.

Desde la besana... allá en lo mas alto,

se divisa el Puerto de inviernos callados. Llegando la tarde ya el sol rezagado,

le hielan los labios el viento a su paso.

Regresa al cortijo entre matorrales,

canto de pájaros, y aguas transparentes de arroyos bajando.

La larga jornada le deja agotado,

casi anochecido llegaba al establo.

Les canturreaba bajito al ganado,

al tiempo que al pesebre, el pienso iba dejando.

Revisando todo con mucho cuidado,

dos vueltas de llave tras el gran portazo.

Tomaba el capazo y pedaleando,

en la vieja orbea, se iba alejando.

De Paqui Herrera.