5 de julio de 2013

El Delantal de la abuela

 
“El Decimista del Pueblo
Es la poesía “El delantal de mi abuela. Todavía recuerdo cuando niña y tengo 84 años,  mi abuela se metía la mano en el bolsillo del delantal, sacaba una perilla de aquellas de cobre de 5 céntimos y me cogía la mano con disimulo y me colocaba la perilla y me cerraba el puño y como para que los que había no vieran lo que me estaba dando diciéndome rica, rica, y acariciaba mi cabeza con su mano, yo la cogía y me callaba pero en el fondo bien que se lo agradecía. Es otra cosa para la que servía el delantal
Merecedora es de elogio
esta prenda singular,
pues no hay otra —que en su uso-
a ella le pueda igualar.
Yo conservo en mi memoria
tan claro como el cristal
el recuerdo de mi abuela
siempre con su delantal.
Las manos se las secaba
si mojadas las tenía,
y la cara se aventaba
cuando más calor hacía.
Si las lágrimas brotaban
con él se las enjugaba,
si polvo en el mueble
había el polvo con el limpiaba.
Si le pingaba el moquillo
(el sufrido delantal)
sustituía al moquero
con un arte sin igual.
Si limpiaba la lechuga
de “balde” el mandil servía,
y a echársela a las gallinas
al corral se dirigía.
Aprovechando el viaje
los nidales, visitaba,
y los huevos que cogía
al delantal los echaba.
Si salía a coger leña
su habilidad era tal,
que el abrazado que cogía
lo liaba al delantal.
Y no digamos si oía
mercancías pregonar,
que a la calle ella salía
para el producto comprar.
Jamás usaba capazo
porque falta no le hacía,
que, doblaba el delantal
y allí todo lo metía.
La lista es interminable
del uso que de él hacía,
siendo tan imprescindible
que ella misma se decía
que, mujer sin delantal
ni en casa ni en la cocina,
y a aquella que no lo usaba
se la llamaba “cochina”.
Y como mi abuela era
como los chorros del oro,
lucía su delantal
con dignidad y decoro.
Siendo esta una prenda humilde
hay que darle su valor,
y mi abuela se lo daba
llevándolo con honor.
Por él sin manchas llevaba
la ropa que se ponía,
pues el noble delantal
eficaz la protegía.
Al recordar con nostalgia
aquella imagen querida,
aunque lejana en el tiempo
en mi mente aún está viva.
Y haciéndole un homenaje
me he estrujando la cabeza
para expresar mi sentir
(con más o menos destreza).
Y con palabras en verso
-aunque tengo poca escuela-,
hoy he querido elogiar
el delantal de la abuela.
Pepita Calles Crespo.

2 comentarios:

Aurora García Rivas dijo...

Es que un delantal vale para todo, incluso para abrigar al nieto. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Yo soy joven y me pongo un delantal para no mancharme cuando estoy en la cocina. muy practico.
bonito relato del delantal.
Un abrazo
Mica