
Hace unos años me dí cuenta de que en medio de la vía del ferrocarril Valladolid-Ariza había salido un almendro y que estaba florecido poniendo una nota de esperanza en medio de la soledad de un camino abandonado porque según los políticos de turno no era rentable económicamente.
Ayer comentamos el programa de la sexta sobre la despoblación de la Celtiberia y creo que esta imagen resume todo que en él se comentaba. Una imagen vale más que cien palabras.
Lo primero que vemos son esos railes centenarios, oxidados de aguantar el paso del tiempo y las inclemencias del duro clima soriano, cual los hermanos de Utrilla que nos contaban sus añoranzas, pero agarrándose a ese suelo duro y pedregoso mediante viejas traviesas que antaño fueron árboles que dieron vida y adornaron los montes sorianos. ¡Cuántos recuerdos nos cuentan! Aquellas viejas locomotoras de carbón que unían Barcelona y Galicia, el Coruña le llamaban en la zona, aquellos vagones cargados de remolacha para endulzar la vida de muchos españoles, los empleados de la estación, cuidadores de las casillas, ferroviarios que daban vida al pueblo y mantenían viva este medio de comunicación entre comarcas. Pero un día se cerró. Dicen que es más rentable abrir AVES que comunican rápidamente las grandes ciudades. ¿Cuantas líneas de ferrocarril se podían mantener con el precio de unos pocos kilómetros de AVE o de esas estaciones de AVE en las que no para ningún viajero.

A su lado hay plantas aromáticas que alegran tanta aridez.

Estas palabras las decía Eusebio Rodrigálvarez y se pueden poner en la boca de todas las personas de la fotografía de Monteagudo.